La Tuberculosis (TB) es un importante problema de Salud Pública y causa de enfermedad y muerte entre los niños del mundo en desarrollo. El Mycobacterium tuberculosis (MTB) es transmitido a los niños a través de la exposición a microgotitas suspendidas en el aire, liberadas por el contacto adulto infectado. La Organización Mundial de la Salud (2012) estima que al menos 1 de cada 10 casos de Tuberculosis a nivel mundial (6-10% de todos los casos de TB) se producen en menores de 15 años, pero el número podría ser mayor ya que muchos niños no son diagnosticados (1). Otros investigadores han estimado que hay alrededor de 1 millón de casos anuales de tuberculosis (TB) en niños menores de 15 años de edad, con aproximadamente 74.000 muertes al año entre los niños sin VIH; no existe una estimación del número de muertes asociadas a tuberculosis entre los niños infectados por el VIH (1,2). Además, el número de niños con tuberculosis multi-drogo resistente (MDR-TB) es desconocido y probablemente subestimado (3). Los niños representan un gran porcentaje de la carga mundial de tuberculosis, y se ven desproporcionadamente afectados por sus manifestaciones clínicas más severas, como meningitis y enfermedad diseminada. La TB infantil representa un amplio espectro de la patología; algunos casos pueden incluir enfermedad intratorácica o enfermedad extratorácica y otros pueden incluir manifestaciones coexistentes de la enfermedad intra y extra-torácica (4). Este protocolo se centrará en los casos intratorácicos. La dificultad para confirmar microbiológicamente el diagnóstico es un problema importante en los niños más pequeños, ya que es difícil para ellos expectorar espontáneamente esputo y debido a la naturaleza pauci-bacilar de su enfermedad (5), los cultivos para el microorganismo son positivos, como mucho en el 30% de los niños con tuberculosis pulmonar (6). Los métodos para el diagnóstico microbiológico en los adultos que se presentan con sospecha de la enfermedad son insensibles enj los niños. La dificultad en el diagnóstico para los niños puede resultar en retrasos en el tratamiento, diagnóstico erróneo y un aumento de la morbilidad y la mortalidad.

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